
Caminamos a la par buscando los mismos alimentos, aquellos que un día apaciguaron la ansiedad. Ya no calman mi hambre, estoy sedienta de paz. Aún me duelen las quemaduras de tu adiós y las alivio con nuevos besos, nuevas caricias, miradas que se encuentran en la oscuridad. Ámame esta noche, mitiga las huellas del camino recorrido, tersa los pliegues de mi piel ajada y vieja. Juega conmigo, soy ave herida en su huida. No tengas miedo, mi duelo acaba esta noche una vez te hayas bebido mis flujos más amargos. Te olvidaré después y volveré a sentir ese desasosiego que me mata lentamente. Una gota hirviendo de dolor resbala por mi espalda, poderosa amargura. Ya no hay confianza en salir airoso, en regresar a tus brazos, en dulcificar los momentos de soledad. Cierra los ojos conmigo, ¿regresamos juntos?; deja de respirar a mi lado, ese compás de oxígeno que un día sonaba melódico y nos gustaba escuchar estremeciéndonos de placer. Me emborraché con el sabor de tu piel, ardimos de la mano al amanecer. Aún recuerdo el crujir de la madera queriendo sobrevivir al incendio de la pasión. Hace tiempo debí dejarte ir, no supe decir adiós. Sabía que tú emprenderías un nuevo viaje sin mí. No mires atrás, no cometas mi error. Mientras, yo, no podré evitar que muchas noches de insomnio cruel la melancolía haga nido en mi alma dolorida. Sólo quedan unas horas de luna, por fin mi angustia dará paso a sentimientos de presente, mas intentaré olvidar con el ajetreo de la cotidianidad que... aún estás en mí.
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