martes, 10 de noviembre de 2009

PLEASE MR. POSTMAN...




Todos los días entre semana, alrededor de las 13h esperaba ansiosa su llegada. No podía evitar el asomarme continuamente a la ventana vigilando la entrada principal de aquél enorme edificio en el que llevaba viviendo algo más de un año. Tenía 19 años de experiencia en esta carretera que llamamos vida y comenzaba a abrir los ojos hacia un nuevo mundo de responsabilidades e independencias. Aquél hombre caminaba por González Besada con paso firme, deseando terminar su jornada supongo ó que llegase el momento del almuerzo, por lo que no se detenía en conversaciones ni en cortesías. Tenía una labor que cumplir y yo, desde la ventana de la habitación de mi colegio mayor, esperaba que por fin tuviera alguna carta para mi.
Corriendo y con una sonrisa dibujada en mi cara, bajaba rápidamente las escaleras y me dirigía a la portería preguntando "¿hay algo para mí?"... ¡Cómo se apagaba aquella sonrisa cuando Maruja decía "no"!, y ¡qué alegría cuando recibía aquel sobre de papel y trataba de averiguar por su grosor el número de hojas que me habría escrito!. Aún recuerdo el olor de su perfume impregnado en el papel queriendo liberarse del encierro al igual que mi ávida lectura trataba de encadenar aquellas frases y encontrar un sentido a sus pensamientos. Las conservo todas ordenadas por fecha de llegada y unidas con un lazo y recuerdo perfectamente en qué cajón están en mi casa de infancia, mas aún no he reunido el valor de soltar el lazo y releerlas.
Hoy he pensado en aquel cartero presuroso y en lo bonito que era recibir sus cartas. Como casi todos supongo, ya sólo recibo facturas pero no puedo dejar de echarlas de menos en estos tiempos en los que las prisas y las nuevas tecnologías han acabado con la bonita costumbre de escribir una carta...

4 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Pues a ti te pasa como al Coronel, pero yo aún tengo quién me escriba. Y nos negamos a perder la costumbre.

VVV dijo...

Recuerdo perfectamente esa calle y sus vistas desde las ventanas exteriores de ese colegio mayor ("Cats" y demás, jeje). También te imagino en tu habitación de entonces fumadora esperando las dichosas cartas de quien sabemos y lo que mareabas a la pobre Maruja.
Infancia y adolescencia plagadas de cartas... amigas de verano, de campamento, notitas de clases de aburrimiento... juventud sin móvil! qué tiempos!.

Ligia dijo...

Me gustó el relato, Nuria. La verdad es que hoy día se escriben pocas cartas. De todas formas, yo mantengo la costumbre de enviar las postales correspondientes de Navidad a toda la familia y amigos. Abrazos

....... . ... . .... .. ... ... ... . . .. M or S e . . . . dijo...

estaría bien regresar a las cartas, aunque con los blogs tardaríamos años en contestarnos un par de entradas! sabes? yo tenía la costumbre de enviar postales desde el extranjero, a veces no llegaban pero la ilusión y la intención es lo que contaba, lo sigo haciendo, pero últimamente correos no va muy bien.. para variar!